jueves, 4 de agosto de 2022

Mañana todavía. Leyendo distopías

 

Leyendo en clave ecofeminista los relatos que componen el volumen Mañana todavía. Doce distopías para el siglo XXI, edición a cargo de Ricard Ruiz Garzón (Fantascy, 2014). Integran esta selección los siguientes relatos: “WeKids” (Laura Gallego), “Al garete” (Emilio Bueso), “2084. Después de la Revolución” (Elia Barceló), “Instrucciones para cambiar el mundo” (Félix J. Palma), “El error” (Rosa Montero), “Limpieza de sangre” (Juan Miguel Aguilera), “Camp Century” (Marc Pastor), “En el ático” (Rodolfo Martínez), “La Inteligencia Definitiva” (José María Merino), “Gracia” (Susana Vallejo), “Colapso” (Juan Jacinto Muñoz Rengel) y “Los centinelas del tiempo” (Javier Negrete).

“WeKids” (Laura Gallego)

Acompañamos a un padre, Óscar Laval, y su hijo, Lucas, en una carrera competitiva desde que nace y a lo largo de 15 años por la fama virtual en el espacio de menores “WeKinds. Una competencia sostenida con su mayor adversario, otro perfil de un niño, Freddy, creado simultáneamente al de Lucas por su padre respectivo, cuyo éxito emana de momentos de exposición trivial cotidiana. El desenlace consolida la deshumanización, el individualismo extremo y la banalización narcótica a que conduce este poder de control social que se reconoce a las redes sociales.

“Al garete” (Emilio Bueso)

A través de dos protagonistas solitarios, que no llegan a encontrarse, Santiago y Manuel, asistimos a una lucha diaria por la supervivencia, frente a una poderosa Naturaleza que ofrece su cara más destructora, en un mundo post-apocalíptico en el que las aguas, fruto del deshielo polar, han ocupado la mayor parte de la superficie terrestre y en el que la población residual sobrevive con penurias en un viaje a ninguna parte a través de una larga cadena de embarcaciones precarias. Esta lucha por la supervivencia implica resistir a los embates de una Naturaleza enfurecida y los ataques de animales mutantes que les consideran su alimento.

Es otro relato de total protagonismo masculino, en el que las mujeres están ausentes. Ni están ellas, ni sus necesidades o problemas. Se refuerza la genealogía masculina (padre/hijo, abuelo/nieto). El mal desarrollo ha dado paso a un mundo primitivo e individualista de la lucha por lo más básico. No queda apenas memoria de los tiempos pasados, salvo residuos, basura y las consecuencias de aquella época de creencia en un progreso ilimitado. En esta pugna Naturaleza/ Cultura (progreso), parece que este relato vislumbra la revancha de una Naturaleza vengativa y aniquiladora.

“2084. Después de la Revolución” (Elia Barceló)

Muy diferente es este relato de Elia Barceló, en el que es fácil descubrir los guiños de intertextualidad con los clásicos distópicos de Atwood y la trilogía considerada fundadora del género, sin que ello menoscabe su originalidad. Ya el título remite al clásico de Orwell, solo que en este relato predomina otro punto de vista: el de una sociedad que, además, en su evolución megaconsumista ha retrocedido en pérdida de derechos reproductivos de las mujeres.

Laia representa la esperanza dentro del mundo distópico, por el valor que otorga a la memoria, al conocimiento, a los principios ilustrados. Se lo inculcará a su protegida, Moira, una niña que fue repudiada por sus compradores y que cuida, por encargo de Lola, que la acoge hasta que alcance la edad reproductiva y pueda ser fértil para su negocio. Laia cree en la resistencia organizada, establece así un hilo de esperanza. Una esperanza con la que culmina el relato “Moira nos salvará”.

“Instrucciones para cambiar el mundo” (Félix J. Palma)

El protagonista vive en un mundo paralelo fuertemente jerarquizado, hipercontrolado, ordenado bajo consignas absurdas que sigue obedientemente pero percatándose de su ineficacia. Así, las instrucciones para cambiar el mundo que va construyendo como un manual hipotético de protesta, son, aparentemente, de lo más inocuas. Uno: Tómese el desayuno en casa. Dos: Use el pijama para dormir. Tres: Siéntese en las sillas, etc. Parece salmodiar que lo subversivo es ser razonable, ajustarse a las convenciones del mundo pasado y pensar por sí mismo.

En este mundo de hileras de personas solitarias conoce a Paula, una secretaria que recuerda a Julia, personaje que acompaña a Winston Smith en la sociedad del Gran Hermano orwelliana. Como en 1984, con la que establece una relación en clave de revés humorístico, y en otras muchas distopías, son las mujeres quienes mediante la relación sentimental que entablan con los protagonistas les incitan a la ruptura de normas y resultan esenciales en el proceso de concienciación y adscripción a la resistencia del protagonista. También se repite el papel trasgresor de los libros y el frenesí de los totalitarismos por acabar con estas formas de cultura y pensamiento plural

 “El error” (Rosa Montero)

En una sociedad fuertemente estamentada en niveles jerárquicos herméticamente tecnificados, la protagonista, Alma, no puede volver a su nivel, el “Sector Uno”, por lo que considera un error de transmisión informática. Su trabajo de ingeniera energética, catalogado “de Interés Especial y Riesgo Máximo para la Salud” le lleva a viajar por los sectores más contaminados. Neutralizada por este fallo que le niega identidad, debe enfrentarse a la burocracia policial, para ver si puede recuperar su estatus. El desenlace muestra la atribución de características humanas (emociones, conciencia, sentimientos, empatía) a una nueva especie de replicantes, los androides, junto con actitudes compasivas de quienes les programan. Como en otras novelas de la autora, aparece la preocupación medioambiental, ligada al clasismo: el aire limpio es privilegio de la clase pudiente.

“Limpieza de sangre” (Juan Miguel Aguilera)

Samir es un joven médico de guardia destinado a cubrir la zona fronteriza cercana a una Valencia fortificada, para vigilar que no entren portadores del virus. España está bajo poder islámico. Imperan medidas de excepción debidas al régimen islámico radical y al miedo al Ébola (La Plaga) que pueden introducir los transeúntes. En esta situación, ve aparecer a un hombre y a una mujer. A la menor sospecha de que el hombre tiene la enfermedad es ametrallado sin miramientos por los guardianes. Mientras, la mujer, que viste el imperativo burka, ha desfallecido, pero parece que se debe al maltrato y torturas sufridas, por lo que Samir la deriva al control de control de la inmigración. En esa sociedad, los médicos no pueden atender a las mujeres.

Samir va adquiriendo conciencia crítica sobre todo al observar que la limitación de derechos a las mujeres y que no puede atenderlas en su condición de médico. Comienza a saltarse las normas, con cautela, atendiendo a la extranjera, que dice llamarse Benazir y haber sido asaltada y violada por un grupo de hombres, curando sus heridas, protegiéndola hasta entablar una relación amorosa con ella. Sin embargo, Benazir no es sino una terrorista nórdica, a quien entrenaron desde niña para matar, ya que el Norte libre está en guerra con el Sur islámico

 “Camp Century” (Marc Pastor)

Sulemán, el protagonista, cuida en un escondrijo del padre, agonizante. Tras su muerte se traslada al refugio subterráneo de Camp Century, uno de tantos lugares donde la humanidad se protege de invasores alienígenas (Los Otros) que no toleran el frío.

Apenas hace quince años del llamado “Mundo Anterior” En Camp Century sobreviven bajo la protección de un líder denominado “El Escritor”, quien asigna tareas y dicta las normas, ayudado por grupos de Vigilantes y Lectores. En esta comunidad, los libros y la lectura son apreciados como garantes del futuro de la civilización, de la humanidad, del componente emocional y creativo por lo que el Escritor insta al recién llegado a que visite la Biblioteca subterránea, lea y escriba sus impresiones sobre lo leído. También deben hacer expediciones al inhóspito mundo exterior, bajo control alienígena, parten en busca de alimentos y recursos de supervivencia. Pueden encontrarse con alienígenas, como así sucede, pero si se mantienen impasibles estos no serán capaces de identificarlos como humanos, al haberse mimetizado aquellos en la apariencia humana.

 “En el ático” (Rodolfo Martínez)

Una mujer joven, Alberta, armada, llega a su nuevo destino laboral. Ha sido contratada por un joven empresario para una misión que aún desconoce, además de servir como su guardaespaldas y compañera sexual. Pronto conoce que debe asesinar a dieciséis hermanos clones de su jefe, que amenazan con disputarle el poder que ha heredado de su padre. Su oficio mercenario le procura los privilegios y placeres de la cercanía con el jefe, “en el ático”, en tanto los clones están dispersos por algunos de los niveles inferiores en una corporación piramidal que representa el inmenso edificio. Su servidumbre sexual no parece importarle, a pesar del plus de humillación y degradación que suelen comportar sus encuentros, que ella soluciona activando un chip de sumisa placentera.

En este relato impera la deshumanización, el poder piramidal y su base violenta, armada. La protagonista rompe estereotipos, pero no tantos. Es sumisa sexualmente, no se rebela ante episodios de humillación sexual, acepta el poder que deriva de su proximidad al líder, acepta el poder basado en la violencia y las armas, asume la violencia contra las mujeres como algo inherente al estatus quo y solo reacciona cuando su propia vida está en peligro.

“La Inteligencia Definitiva” (José María Merino)

En la “Última Comarca”, comunidad apartada creada por “los Reacios” al poder progresivamente hipnótico de los móviles para dominar las voluntades, llega un artefacto volador, LID, que quiere llevarse a los niños de la comunidad alternativa. La amenaza se representa por el poder de los teléfonos móviles, cuyo uso pasivo, masivo y acrítico ha acabado por anular la capacidad creativa de la humanidad, configurando una inteligencia superior artificial (La Inteligencia Definitiva” del título, LID en acrónimo) que, sin embargo, carece de ese poder creador, por lo que necesita a esos niños y niñas.

Intentan ganar tiempo y planifican una huida hacia algún punto más ignoto del norte montañoso. La crecida fruto del deshielo ha dejado deshabitados muchos lugares, podrían comenzar de nuevo. Tienen sus profesiones (maestro, bibliotecaria, veterinario, comadrona, etc.) y pueden reconectar con la Naturaleza, los pastos, las huertas...  El desenlace confirma el poder superior de la creación tecnológica, capaz de dominar y esclavizar a la humanidad.

“Gracia” (Susana Vallejo)

Al igual que la de Elia Barceló, esta es una distopía que parece prefigurar alguno de los terrores de las mujeres. Gracia es el nombre de la protagonista, de su abuela y del barrio barcelonés en el que vive. Gracia va a volver al barrio y a la case de su abuela, es el día en que entierran a su madre, la Vane. Allí reciben las condolencias de sus vecinas, en una cadena de sororidad. Son malos tiempos, tiempos de escasez, por el Pico (la caída de los combustibles fósiles), falta lo más esencial, con problemas de abastecimiento, en especial entre la gente necesitada, claro. Hasta hay escasez de niños.

Gracia forma parte de una genealogía de mujeres fuertes, ve sus rostros en los retratos de sus antecesoras muertas del pasillo. Mujeres que cuidan a personas, y también a la Naturaleza. Aún pueden disfrutar de la sombra de aquellos árboles que plantó su tatarabuela.

En medio de esa noche de apoyo mutuo en el duelo, llaman a la abuela para atender un parto. El niño nace muerto, le dicen a la madre. Y la pesadilla empieza a ser vislumbrada por la joven Gracia. Las familias ricas podrán cenar carne tierna, pero ella huye de esa abuela que ahora parece una amenaza.

“Colapso” (Juan Jacinto Muñoz Rengel)

Una pareja sale a cenar, dejando al cuidado de una insolente canguro a su hija y a su bebé de once meses. Debido a la mala impresión que les causa, intentarán vigilarla mediante las cámaras de videovigilancia que tiene instaladas en sus cerebros. Pronto, un comportamiento inusual se avecina catastrófico, todo comienza a fallar, en lo que parece un colapso informático que afecta a la conducta de estos seres híbridos.

Se trata de un relato que vuelve a incidir en las amenazas del control social derivadas del uso tecnológico al servicio de las grandes corporaciones y el agrandamiento de las desigualdades sociales y la deshumanización, en el marco de un sistema caracterizado por la desmesura capitalista y el individualismo neoliberal.

 “Los centinelas del tiempo” (Javier Negrete)

Este relato plantea una sociedad futura en la que la tiranía viene de la implantación de las políticas de igualdad, del lenguaje inclusivo y no sexista y del poder ilimitado atribuido en el escenario escolar a una Técnica de Igualdad. Mediante la reducción al absurdo, la manipulación de procedimientos, objetivos, estrategias, recursos y la perversión del lenguaje utilizado, se construye una parodia distópica que deriva en sátira reaccionaria. Busca alertar sobre supuestos peligros y derivas totalitarias de políticas y prácticas coeducativas, un mantra que repite en la actualidad la ultraderecha política,  regresiva y reaccionaria.

Pablo, el protagonista, es un adolescente que está en una actividad de animación a la lectura en el que solo lee libros censurados, limados, desbrozados por ello de cualquier interés. Asistimos a situaciones que se produce en un centro escolar dominado por directrices y mensajes plagados de expresiones supuestamente correctoras de todo tipo de ofensa, siguiendo las formulaciones de la LEPDE (Lenguaje En Proceso De Erradicación), considerando la incorrección lingüística una categoría de Agresión Sexista. El cariz hiperbólico, manipulador y ridículo de tales correcciones se configura como un elemento de semanticidad al servicio del mensaje distópico del relato.  

La visión distópica, en este relato, conecta de manera peligrosa con posiciones políticas ultraderechistas que señalan como amenazas sociales a las políticas y estrategias de igualdad. En esta peculiar distopía se plantea como pesadilla, elemento de control e involución, lo que son políticas de igualdad como estrategias institucionales correctoras de desigualdad entre mujeres y hombres, con el descrédito y deslegitimación que ello conlleva. 

En resumen

Solo una cuarta parte son relatos de autoras. Y en cuanto a la presencia protagonista, es desigual el protagonismo narrativo de mujeres y hombres en los doce relatos, siendo mayoritario el masculino.

Sin ánimo de exhaustividad ni de generalización abusiva, observamos algunas convergencias entre las obras de las autoras y de los autores de esta antología. Aunque, como siempre, hay excepciones, luego no puede aplicarse esta tendencia con automatismo.

Los autores (léase "en general", en este tipo de asertos, en adelante) presentan un mayor protagonismo masculino, afianzan los vínculos masculinos (padre hijo, abuelo/nieto), anuncian en mayor medida sociedades armadas y violentas en las que la lucha por la supervivencia se lleva de manera individual. No aparecen relaciones de fraternidad o solidaridad en nuestros protagonistas. En ocasiones parece no haya mujeres en sus mundos post-apocalípticos, puesto que no las nombran ( “Al garete”). Delinean líderes totalitarios omnipotentes y colocan a las mujeres en situaciones de subordinación. Cuando plantean la especial opresión de las mujeres, esta cuestión no les impele a luchar para superarla (“Limpieza de sangre”). Incluso es la parodia de sus reclamaciones la que sustancia el componente distópico (“Los centinelas del tiempo”). Presentan de forma más acusada los sesgos androcéntrico y antropocéntrico y en general rearman el imaginario patriarcal. Y cuando trazan relatos con protagonistas femeninas, se presentan como violentas e insensibles, capaces de asesinar y enfrentarse a cualquier adversario pero sumisas servidoras sexuales (“En el ático”) o tiránicas y controladoras que establecen rígidas normas en nombre de la igualdad y la tolerancia (“Los centinelas del tiempo”).

La mayoría de sus relatos distópicos no incluyen a la Naturaleza viva y animal no humana, apenas unas reminiscencias de paisaje rural y de cánticos de pájaros en el relato de Merino, o de la pareja de lobos y el oso ártico en el de Pastor. Pese a que la degradación ambiental y la sobreexplotación del planeta estén en el origen de alguno de estos relatos (como los de Bueso, Rosa Montero, José María Merino o Susana Vallejo), apenas se mencionan más factores o circunstancias que las consecuencias del deshielo polar, la caída del pico del petróleo o la contaminación ambiental. Es significativa, además, la postulación de una Naturaleza vengativa, que asoma en el relato de Bueso o en las palabras de la abuela en el de Susana Vallejo.

En cambio, los relatos futuristas de las autoras ofrecen, en general, una mayor tipología de mujeres protagonistas, unas sociedades menos violentas, a pesar de que conlleven peligros de corrupción y poder social de las élites, una confianza en la democracia y los valores ilustrados (“2084”). Se da más importancia textual y temática al apoyo mutuo y al cuidado. Plantean tramas que incluyen y desarrollan amenazas para las mujeres, entre ellas, la explotación reproductiva, como vemos en el de Elia Barceló, o la pérdida de control sobre la maternidad, que subyace al de “Gracia”.

La temática recurrente de las bibliotecas como depositarias de un saber que hay que preservar en tanto memoria de la humanidad libre, que forman parte de la tradición distópica, es tratada en distintos relatos, tal como se ha ido refiriendo. Sin embargo, los libros destacados forman parte del canon masculinizante, sin duda obras maestras de la literatura universal, pero es significativo que ninguno esté escrito por mujeres ni implique conocimiento o memoria sobre los trabajos, las experiencias, los saberes de las mujeres. Tampoco preocupación ecológica alguna. Sin embargo, no puedo dejar de citar una distopía que también discurre por bibliotecas subterráneas, en la que por acción de una bibliotecaria singularmente comprometida con los animales se guardan los escritos que cuentan sus historias. Se trata de La biblioteca de Noé, de Marta Tafalla (Herder, 2006).

En resumen, una mirada desde el ecofeminismo crítico de esta limitada representación de la narrativa distópica hispánica ofrece motivos para la reflexión, para la preocupación y para la esperanza. Por un lado, esta narrativa presenta, aunque de forma minoritaria, las consecuencias interrelacionadas de un modelo basado en el mal desarrollo y la desmesura neoliberal que conduce a consecuencias irreversibles para el conjunto de la humanidad y para el planeta. También deja ver que la denuncia ecológica distópica no conlleva posiciones éticas animalistas y feministas; los relatos analizados que abordan esta temática se muestran ciegos a estas preocupaciones, apenas visibilizan residualmente a mujeres y animales. Las opresiones se presentan, así, jerarquizadas.

Por otro lado, las ficciones distópicas de las autoras, anticipan cierto resquebrajamiento de las lógicas del dominio patriarcal, incluyendo horizontes de esperanza. Vislumbran sociedades en las que el protagonismo social de mujeres y hombres tiende a ser equiparable, mediante una igualdad formal que pone límites, o es susceptible de hacerlo, a un afianzado patriarcado de consentimiento. En sus relatos se filtra una actitud compasiva, bosquejan relaciones de amistad y sororidad entre mujeres, con el desafío que suponen para el poder patriarcal.  En general, sus tramas ponen el foco en amenazas para el planeta y sus consecuencias para los derechos de las mujeres y para la igualdad. A menudo, son mujeres quienes encarnan la resistencia y la esperanza en otro mundo mejor.