domingo, 16 de diciembre de 2018

Reivindicando a Jane Austen, escritora feminista


Tal día como hoy, hace 243 años, nació la escritora británica Jane Austen (Steventon, 16 de diciembre de 1775-Winchester, 18 de julio de 1817). Las efemérides suelen servirnos para traer a la memoria pública a quienes por vida y/o obra han sorteado la finitud anónima de las lágrimas bajo la lluvia. Jane Austen es una de mis autoras preferidas, y su aniversario me parece buena ocasión para reivindicarla como autora feminista.

Del alcance universal de su obra podría deducirse que nada inhabitual se interpuso en su labor creadora. Pero Jane Austen encontró restricciones “propias de su sexo”, es decir, producto de lo que la sociedad de su tiempo determinaba como “propio de mujeres”. Conocemos que tuvo acceso a una educación más sólida que la destinada a las mujeres en la época, por la dedicación docente de su padre y la vocación artística de su madre, y sabemos de las dificultades que tuvo en materia económica, como no el poder heredar ni tener propiedades ni ganarse la vida autónomamente. Ella lo intentó con la literatura, sorteando la presión social, como lo demuestra el carácter anónimo de sus primeras publicaciones y el hecho conocido de que cuando el chirriante gozne de la puerta le avisaba de las visitas escondía el manuscrito y sacaba la labor de punto. Porque el mandato de género no alentaba a las mujeres para que expresaran su visión del mundo, como recordaba en 1929 Virginia Woolf. Las mujeres estaban entonces bajo la tutela de padres, esposos o hermanos y apenas podían decidir sobre su destino y sus vidas. Y Jane Austen lo reflejó y lo cuestionó en sus novelas.


Jane no se conformó, abogó desde sus obras por la autonomía de las mujeres, en el estrecho margen en que podía hacerlo desde su posición. Defendió derechos básicos, como el derecho a la educación, el derecho a expresar y defender sus opiniones, a ser tratadas como seres que no eran sólo portadoras de tiernos sentimientos, sino también de inteligencia. Y, especialmente, el derecho a decidir sobre sí mismas. Aunque no consta un conocimiento directo, la defensa de tales derechos en sus obras y el uso de argumentaciones similares la vinculan al despertar del movimiento feminista ilustrado de Mary Wollstonecraft y su obra Vindicación de los derechos de la mujer (1792).

Compara Virginia Woolf en Una habitación propia (1929) el genio creativo de Shakespeare y Austen sosteniendo que sus mentes habían quemado todas las barreras, pero refiere obstáculos diferenciales, barreras de género, para Jane: “Si Jane Austen sufrió en algún modo por culpa de las circunstancias, fue de la estrechez de la vida que le impusieron. Una mujer no podía ir entonces sola por las calles. Nunca viajó; nunca cruzó Londres en ómnibus ni almorzó sola en una tienda...”. En tiempos de Jane Austen, y hasta épocas cercanas, las mujeres no han dispuesto de recursos económicos ni de la autoridad o libertad necesarias para ejercer de escritoras, debido a factores vinculados al género: por el rol doméstico-familiar, por la falta de control sobre su fertilidad, por el acceso negado o dificultado a la educación, al ejercicio profesional, a las instituciones. Por la falta de credibilidad, por un canon literario patriarcal que tiende a reproducirse desde las élites masculinas herméticamente cerradas a la creatividad, el talento y la palabra de las mujeres.

Volvamos a sus novelas. Muchas de sus protagonistas femeninas (Lizzy Bennet, Anne Elliot, Elinor Dashwood...) se caracterizan por una educación inusual que les dota de las facultades de observación, reflexión y crítica, y de capacidad de interlocución en defensa de sus opiniones. Y comienzan las quejas, la conciencia de que ser mujeres les condena auna vida subordinada, encerrada en el ámbito doméstico, sin oportuidades ni autonomía. Anne Elliot observa en Persuasión: “Carecemos de vida propia. Vivimos recluidas en el hogar...”. Lizzy Bennet critica en Orgullo y Prejuicio la educación ornamental que la buena sociedad establecía para las damas.

Además de esa educación segregada y diferencial, Jane Austen constata cómo les perjudican los prejuicios y la misoginia cultural que se transmite en los libros (escritos por los hombres), como cuatrocientos años antes denunciara otra precursora, Christine de Pizán, en La ciudad de las damas (1404). Pero los personajes de Austen no se conforman ni se callan. En Persuasión, el capitán Herville le dice a Anne Elliot: “no recuerdo haber abierto en mi vida un solo libro en el que no se aluda, de una manera u otra, a la inconsistencia de las mujeres. Todas las canciones y todos los proverbios giran en torno a las flaquezas femeninas. Claro que usted me dirá que todo eso ha sido descrito por hombres...”. Y Anne Elliot le responde: “Los hombres siempre han disfrutado de una ventaja, y ésta es la de ser narradores de su propia historia. Han contado con todos los privilegios de la educación y, además, han tenido la pluma en sus manos. No, no admito que presente los libros como prueba”.

Los personajes femeninos, sean Elizabeth Bennet, de Orgullo y Prejuicio, o Elinor y Marianne de Sentido y Sensibilidad, o Anne Elliot, de Persuasión..., deciden sobre sí mismas. Rebasan los imperativos de encierro, silencio, sumisión. Cuestionan la hipocresía social y la doble moral. Y a la vez nos trasladan los valores de la empatía, el apoyo mutuo, la compasión. Sortean dificultades de la vida cotidiana, de la dependencia económica. Vencen las limitaciones del ángel del hogar victoriano afirmando los cuidados, la sostenibilidad doméstica, anticipando posiciones de la llamada economía feminista. Se enfrentan con contundencia a personajes autoritarios, mujeres u hombres, y se afirman como personas con criterio y voz propia. Suponen la introducción en la literatura del inconformismo de las mujeres respecto a su restricción de derechos y oportunidades, junto con la crítica a una cultura y una sociedad patriarcal y clasista que limita su autonomía.


 Abordar la narrativa de Jane Austen con una mirada de género supone plantear varias cuestiones. Como sabemos, por género en las ciencias sociales, y en el conjunto de saberes académicos, se entiende la construcción sociocultural edificada en torno a la diferencia sexual que establece y asigna a los sexos de forma diferenciada y desigual roles, características de la personalidad, actitudes, comportamientos, valores, poder e influencia. En este caso, la mirada de género implica preguntarnos si el hecho de ser mujer le perjudicó en su dedicación a la escritura; indagar si a través de sus novelas y personajes puede vislumbrarse una mirada distinta, que aporte luz a aspectos antes ignorados en la literatura acerca de la situación de las mujeres y explorar las relaciones de poder entre los sexos; revisar si creencias y prejuicios sobre los sexos son cuestionados o confirmados... Por último, analizar si con sus personajes se rebate el conformismo con unos roles preestablecidos que mantenían a las mujeres en inferioridad social, impugnando una transmisión cultural hegemónica legitimadora de esta desigualdad. Cabe concluir que sí, Jane Austen fue una feminista de su época.




miércoles, 5 de diciembre de 2018

Libro vital e imprescindible de medicina ecofeminista

Medio ambiente y salud. de Carme Valls-Llobet.
Madrid, 2018: Ediciones Cátedra
 Ilustración de portada: Verónica Perales Blanco.

Este libro de medicina ambiental y ecofeminista nace con la vocación de concienciar e informar para prevenir y proteger, atendiendo a diferencias de género no consideradas, debido al androcentrismo dominante.

Apenas son conocidos los peligros para la salud que provienen de la degradación medioambiental y de la exposición a sustancias tóxicas. 

Y pocas personas cuentan con información o con medios a su alcance para reducirlos o prevenir las enfermedades que causan.

Desde la ciencia, fruto de su extensa trayectoria profesional, la endrocrinóloga Carme Valls-Llobet atestigua médicamente estas nuevas enfermedades y evidencia los diferentes efectos en mujeres y hombres, a menudo más graves en el caso de las mujeres, ya que por razones biológicas y de género, las mujeres presentan una mayor vulnerabilidad a estos nuevos riesgos.

Revisa la autora los contaminantes usuales (productos orgánicos, pesticidas, disruptores endocrinos, metales pesados), junto a otros, como radiaciones y campos magnéticos, que llegan a través del aire, del agua, de alimentos y cosméticos, de la contaminación presente en los ámbitos doméstico y laboral. Y expone las consecuencias para la salud, a medio y largo plazo.

Nuevas enfermedades como el síndrome de sensibilidad química, la fibromialgia y el síndrome de fatiga crónica, están relacionadas con exposiciones tóxicas, así como el incremento de otras (obesidad, diabetes, cánceres ginecológicos…). Y los riesgos aumentan cuando el género intersecciona con otros condicionantes, como la pobreza, la clase social, etc.

Además de la alerta contaminante, aporta orientaciones para prevenir, para detectar problemas y enfermedades, para reducir su impacto en la vida cotidiana, lo que le convierte, como señala en el prólogo la filósofa ecofeminista Alicia H. Puleo, en un libro vital e imprescindible de medicina ambiental ecofeminista.

Medio ambiente y salud. Mujeres y hombres en un mundo de nuevos riesgos, de Carme Valls-Llobet. Madrid, 2018: Ediciones Cátedra y Universitat de Valencia. Colección Feminismos. Prólogo de Alicia H. Puleo. Ilustración de portada de Verónica Perales Blanco.

 (Reseña aparecida en la revista Trabajadora, 64, julio 2018)