lunes, 29 de julio de 2019

Leyendo sobre metamorfosis literarias: la de Kafka y la otra, la de Darrieussecq


Leer es emprender un viaje hacia otras voces, otros mundos, otras realidades. Propongo un viaje comparativo por “la” metamorfosis por antonomasia (Kafka) y “otra” metamorfosis, como la que ofrece Truismes, de Marie Darrieussecq (1996), según una lectura en clave ecofeminista.

Parece que “la” metamorfosis literaria por excelencia es la obra de Franz Kafka (1915) del mismo título. Pero hay “otras” metamorfosis, que, por cierto, además de una terminología que abarca campos semánticos de diversas disciplinas (desde mitología a biología, entre otras) es un subgénero literario que viene de lejos y que refiere la transmutación física de seres humanos a seres animales, aunque, a menudo, manteniendo la conciencia.

En la de Kafka encontramos que el personaje que transmuta es el joven viajante de comercio Gregorio Samsa; en la de Darrieussecq es una joven dependienta sin nombre. Diferencia sustantiva: un joven de valía profesional, que basa su éxito en un mundo competitivo que implica amplitud de movilidad geográfica, identificado por su nombre y apellidos (¿recuerdan la “teoría de los nombres propios” como producción de significado e individuación?), y una joven que sale al mundo laboral optando a una oferta de empleo de dependienta, uno de los pocos fácilmente accesibles a las jóvenes en un mundo laboral segregado (una joven que puede ser cualquier joven, remitiendo a las “idénticas” de Celia Amorós).

Para Gregorio Samsa todo empezó en su casa (“Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto”). La nueva situación le condena a una reclusión doméstica (en un primer momento, encerrado en su habitación, para que nadie de su familia le vea; en un segundo momento, encerrado en casa, para que nadie del mundo extrafamiliar le vea) y pone en peligro su situación laboral, y con ella, su papel de sustentador económico familiar. Los primeros días logra mantener la autoridad mediante su palabra, al comunicarse verbalmente con el exterior. Más tarde, cuando la realidad de su apariencia se impone, es rechazado por su monstruosidad. Las mujeres de la casa (madre, hermana, sirvienta) le cuidan; paulatinamente, la repulsión va extendiéndose también entre ellas. Alguna le llega a dar unos escobazos. Toda la familia entiende que la “nueva situación” de Gregorio les sitúa fuera de la buena sociedad, en la marginalidad, y desean su muerte. Finalmente, Gregorio muere y la familia sale, aliviada, a dar un paseo por la ciudad, saludando de nuevo a paseantes y conocidos. La normalidad se ha restablecido, frente al caos que ha irrumpido en su cotidianeidad mediante lo absurdo, lo diferente, lo imprevisto, lo desconocido. En la novela de Kafka, una vez disuelto el elemento discordante (el cuerpo, la materia, lo animal), vuelve a reinar el orden, la lógica (patriarcal), la civilización.

La metamorfosis, la transformación de Gregorio Samsa en un “insecto mostruoso”, mediante lo que Marta Tafalla denomina una “instrumentalización estética” –apropiarse de su apariencia para transmitir significados ajenos a su ser, como símbolos o metáforas de ideas, temores o comportamientos humanos- plantea distintas reflexiones. Por un lado, por qué una apariencia animal subvierte el orden humano hasta tal punto, si por otro lado conserva capacidades consideradas humanas (lenguaje verbal, inteligencia conceptual, etc.). Por otro, por qué genera (así se nos describe) tanto rechazo entre su propia familia. ¿Por un cuerpo, una apariencia, tildada de “monstruosa”? Pero un insecto es como es. La etiqueta de “monstruosidad” la crea una determinada mirada humana (antropocéntrica)… También lo expone Marta Tafalla en Ecoanimal: culpamos a los animales de su fealdad para instrumentalizarlos, para dominarlos.

Viene de lejos la devaluación vía “naturalización” de mujeres y animales para legitimar dominio, explotación y la violencia, ya lo advirtió Simone de Beauvoir en El segundo sexo. Se u muestra con dos caras, como ha analizado Alicia H. Puleo: se feminiza la Naturaleza (también la animal) y se animaliza a las mujeres (como eternas hembras constreñidas por la pulsión sexual y condenadas a la reproducción). Mª Teresa Alario señala “el saldo de la asociación mujer-animal en las representaciones culturales ha sido tradicionalmente negativo para ellas: ponía en evidencia el carácter «casi» infrahumano del género femenino".

La novela de Darrieussecq sintetiza muchas rupturas. En tono paródico, plantea una sátira política, feminista y social, incluye elementos de la literatura distópica y fusiona distintas intertextualidades en un ejercicio de interdiscursividad que versiona textos literarios, cinematográficos, y de otro tipo. También es una novela de autodescubrimiento (bildungsroman). En su relato retrospectivo, la joven de Darrieussecq cuenta que todo empezó al salir a buscar empleo. Es el relato de una joven ingenua que responde emocionalmente y bajo la influencia del mito del amor romántico a los retos de un ámbito público que desconoce y al que se enfrenta en solitario. Reducida a cuerpo, a carne, a imagen y sustancia corporal, sin voz propia, sin autoridad, sin libertad ni autonomía, avanza por los espacios públicos sometida a acoso sexual, violencia sexual, violencia de género (por sus parejas), explotación laboral y sexual, violencia simbólica, violencia económica, incluso violencia de género que rompe la barrera de lo híbrido (en su relación con el hombre-lobo Yván). Ante cada acto de violencia patriarcal, se irá convirtiéndose, gradualmente, en cerda. Así, la novela no es otra cosa, de nuevo, que una fábula, una forma narrativa que se sirve de los animales para fabricar significados muy humanos. Solo que ésta es una fábula que cuestiona el dominio de mujeres y animales en la sociedad neoliberal y patriarcal.

La novela muestra una transición desde un sujeto pasivo, objeto de una doble dominación, en tanto mujer y en tanto animal, a un sujeto activo, capaz de ver y hablar por sí mismo, adueñándose de su destino (su cuerpo, su sexualidad), proporcionando su visión del mundo (su relato), descubriendo la libertad personal a través de la asunción de su dimensión animal y su inmersión en un entorno natural. Solución narrativa que no altera el orden patriarcal imperante, como señala Lucile Desblache respecto a esta novela, “la naturaleza puede abrir puertas a la libertad individual, pero cierra las del poder social”.

En Truismes el relato se construye sobre una animalización “natural” de la protagonista a través de la magnificación de un mecanismo dual de construcción genérica de lo femenino: la reducción de las mujeres a lo corporal, la materia pasiva, la “carne”, por un lado, y su encarnación de una sexualidad irrefrenable, por otro. La protagonista de Trusimes refiere su proceso de animalización al interaccionar con personajes icónicos en el ensamblaje del dominio patriarcal, que la cosifican y explotan material, simbólica y sexualmente. Le despojan de su individualidad, de su capacidad como sujeto, determinando su lugar en el mundo en tanto cuerpo, sin autonomía, sin libertad, sin control sobre su tiempo, su trabajo, su deseo, su imagen, su sexualidad o su reproducción, quedando bajo el dominio de los hombres. Son muchos puntos concomitantes del devenir de esta protagonista con la conceptualización sobre los animales (no humanos) y su situación de dominación y explotación en las sociedades actuales. Que, además, la protagonista percibe, muestra en su relato, con empatía por su sufrimiento, por su destino de dominación y explotación, al servicio de un grupo humano determinado (un neofascismo fundamentalista que asoma en la sátira distópica y que hoy reconocemos claramente).

Estas son algunas de las reflexiones que surgieron cuando preparaba una Comunicación al I Congreso Ética animal y género: nuevas propuestas ético-políticas y educativas, que coordinó Angélica Velasco Sesma y se desarrolló en la Universidad de Valladolid los días 9 y 10 de mayo de este año. Comunicación que finalmente presenté con el título: “Una lectura ecofeminista de Truismes (Marie Darrieussecq): Analizando en el discurso ficcional algunas claves de dominio y explotación patriarcal sobre mujeres y animales”.  Mi propuesta partía de la constatación de que la literatura establece una relación dinámica y dialógica con la ideología –es ella misma una forma ideológica- y las estructuras de dominación. A través de una lectura ecofeminista de la novela Truismes (“Marranadas”), de Marie  Darrieussecq, proponía la posibilidad de deconstruir algunos constituyentes con los que se elabora culturalmente la subordinación y explotación de “los otros”, específicamente las mujeres y los animales no humanos, desde una lógica de dominio patriarcal adaptada a contextos neoliberales. 

Apuntaba a desvelar (detectar, visibilizar, por tanto, politizar) algunos de esos aspectos citados, a partir de una lectura crítica basada en postulados del ecofeminismo de base ilustrada formulado por Alicia H. Puleo en Ecofeminismo para otro mundo posible (Cátedra, Feminismos, 2011) y más recientemente, en Claves ecofeministas (Plaza y Valdés editores, 2018) aplicados al campo del análisis literario, completados con otras miradas desde la perspectiva feminista (Teresa Alario, Carmen G. Colmenares), la ecocrítica (Teo Sanz), o la ética animalista (Lucile Desblache, Marta Tafalla, Isabel Balza, Angélica Velasco). Una parte del análisis proviene del epígrafe “Marranadas (Marie Darrieussecq): las mujeres, animales sexuales”, del libro Género y Naturaleza en las narrativas contemporáneas francesa y española (Ediciones Universidad de Valladolid, 2018). 



sábado, 26 de enero de 2019

Feliz cumpleaños, Virginia Woolf


De cada lectura de Una habitación propia extraigo nuevos hallazgos. La obra que Virginia Woolf escribió en 1929 tomando como base unas conferencias que los colegios femeninos de las universidades de Cambridge, Girton y Newnham le solicitaron acerca del tema “Las mujeres y la novela”, y en la que se preguntaba por qué se encontraban tan pocas escritoras en la historia de la literatura inglesa, ya adelantaba algunas consideraciones acerca de la relación entre literatura y las condiciones de vida de las mujeres que hoy podríamos hacer extensivas a cualquier otro oficio de las mujeres, principalmente de orden creativo y cultural.
Esta obra nos sigue aportando ideas y reflexiones muy actuales sobre las desiguales condiciones de orden material económico y social entre mujeres y hombres en cuanto a acceso a recursos como la educación, la autonomía económica y el uso del tiempo, que obstaculizan el oficio de escritora, pero que podemos ampliar a las carreras profesionales de las mujeres. "La libertad intelectual depende de cosas materiales. La poesía depende de la libertad intelectual. Y las mujeres han sido pobres, no sólo durante doscientos años sino desde el principio de los tiempos", escribió.
Y relata también las barreras de orden simbólico e institucional que va detectando en su revisión de las bibliotecas y la narrativa británica, como la instauración hegemónica de un canon patriarcal, el déficit en el reconocimiento de las escritoras, que atañe a las mujeres en general y a la valoración social de sus capacidades y sus trabajos.

Y refiere también las diferentes estrategias de escritura, de mirar y contar el mundo, entre mujeres y hombres. Con gran acierto apuntó una estrategia que desde el androcentrismo cultural se ha naturalizado: la función especular con que se apuntalaban a los personajes femeninos en las obras literarias masculinas, canónicas. Mujeres ficticias cuyo devenir literario quedaba en general reducido a engrandecer a los personajes masculinos, algo que vemos repetido todavía hoy con demasiada también en otras creaciones culturales, desde los dibujos animados al cine. En ellas, las mujeres aparecen en las tramas como meras espectadoras de las hazañas de los héroes o como su recompensa. Virginia Woolf lo expresó de manera genial: “durante todos estos siglos, las mujeres han sido espejos dotados del mágico y delicioso poder de reflejar una silueta del hombre de tamaño doble del natural”.
Virginia constató, por ejemplo, la pobreza e inseguridad que afectaba de manera principal a las mujeres respecto a los hombres, junto a la pervivencia de la misoginia cultural, el control de su libertad y su sexualidad a través de la castidad y los impedimentos presentes en la vida cotidiana para que las mujeres pudiesen ganarse la vida de manera autónoma mediante ocupaciones cualificadas. Todo ello enmarcado en un patriarcado social y político.
El pasado viernes, 25 de enero, hizo 127 años del nacimiento de Virginia Woolf. Un motivo para volver a leer alguno de sus libros, que nos siguen inspirando.
Nos inspiran su vida, sus obras, sus personajes, sus reflexiones. Es una figura imprescindible en la genealogía feminista y le debemos mucho.
Sus reflexiones rebosan cualquier intento de sintetizar. Su posición antimilitarista, antipatriarcal, a favor de la autonomía y los derechos de las mujeres son la mejor muestra de que sigue siendo muy necesario leerla.
Supo visibilizar los obstáculos de las mujeres a través de una hermana imaginaria de Shakespeare, pongamos (decía) que se llama Judith, y supo presagiar la forma de que Las nuevas Judith cumplan sus sueños: “Yo sostengo que (la igualdad) vendrá si trabajamos por ella, y que hacer este trabajo, aún en la pobreza y la oscuridad, merece la pena".

viernes, 4 de enero de 2019

¡Por un 2019 lleno de apasionantes lecturas!

Imagen de la Red Ecofeminista
En estos días me ha llegado por las redes un mensaje de la Red Ecofeminista: “¡La Red Ecofeminista os desea un feliz 2019 lleno de apasionantes lecturas feministas, ecologistas, animalistas y de medicina ambiental!”, con una imagen sugerente que compila algunos libros clásicos y fundacionales del pensamiento feminista y ecofeminista, con obras más recientes que ramifican y desarrollan estos pensamientos desde múltiples vertientes interdisciplinares, combinando investigación, pensamiento, activismo y prácticas feministas, ecofeministas, animalistas y de medicina ambiental.

Con alegría (no sé si con merecimiento, pero con indudable alegría), encuentro mi libro incluido en esta selección. Y, fundamentalmente, me alegro de que no prolifere la memoria McDonald propia de una era mediática de rápido consumo y veloz amnesia, y porque seamos capaces, individual y colectivamente, de recomendar y releer algunas lecturas claves, porque el pensamiento y la acción feminista, y ecofeminista de raíz ilustrada, no caducan.

Es cierto que en una selección siempre se encuentran obras a faltar, pero desde luego esta selección contiene muchos aciertos. Me parece un acierto el mapa temático que dibujan las obras seleccionadas, que calificaría de un mapa de emergencia para afrontar la crisis y el acechante colapso civilizatorio que nos envuelve y amenaza, lo miremos desde el lado de los derechos de las mujeres, de su salud, su autonomía y su seguridad, de una naturaleza reducida simbólica y materialmente a recursos desechables, de la mera supervivencia del planeta y sus habitantes, de la consideración moral y por tanto derechos de los otros seres sintientes… es decir, desde la justicia social, la justicia de género, la ecojusticia, la geojusticia…

Para ello, al menos a mí me resultan claves algunas obras del feminismo (Kate Millet) y del feminismo español de raíz ilustrada como las que se recogen en esta pequeña selección (Celia Amorós, Amelia Valcárcel, Ana de Miguel), me resulta clave la obra fundacional del ecofeminismo crítico de Alicia Puleo, las animalistas de Angélica Velasco y Marta Tafalla (aunque la de Marta Tafalla aún no la he leído es una de mis prioridades para 2019, puedo adelantar su carácter clave, conociendo anteriores publicaciones), y los desarrollos temáticos desde la ecocrítica, por ejemplo, o desde los movimientos de mujeres indígenas defendiendo la tierra (Aimé Tapia) y de los estudios de medicina ambiental de Carme Valls-LLobet. Y sin olvidar los documentados libros, con aportaciones fundamentales en sus temáticas abordadas, de Asunción Bernárdez, Juan Ignacio Codina, Beatriz Gimeno,  Kika Fumero y Marta Fernández Herraiz, Mar Verdejo y Marta de la Rocha, entre otras.

Muchas de estas lecturas recomendadas aún no las he leído, pero esta sugerente selección me invita a hacerlo, y ¡queda mucho 2019 por delante para leer en el tren!

Títulos de la imagen de la Red Ecofeminista:
Feminismo en un mundo global. Amelia Valcárcel.
Medio ambiente y salud. Mujeres y hombres en un mundo de nuevos riesgos. Carme Valls-Llobet.
Ecofeminismo para otro mundo posible. Alicia Puleo.
La ética animal. ¿Una cuestión feminista? Angélica Velasco Sesma.
La lactancia materna. Política e identidad. Beatriz Gimeno.
Pan y Toros. Breve Historia del pensamiento antitaurino español. Juan Ignacio Codina
Género y naturaleza en las narrativas contemporáneas francesa y española. Eva Antón Fernández.
Ecoanimal. Una estética plurisensorial, ecologista y animalista. Marta Tafalla.
Mujeres indígenas en defensa de la tierra. Aimé Tapia González.
We animals. Jo-Anne McArthur.
Historia Ilustrada de la teoría feminista. Marta de la Rocha.
Tiempo de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y postmodernidad. Celia Amorós.
Soft Power: Heroínas y muñecas en la cultura mediática. Asunción Bernárdez Rodal.
Lesbianas, así somos. Kika Fumero & Marta Fdez. Herraiz.
Política sexual. Kate Millet.
Fondo de Mar. Mar Verdejo.
Antología del pensamiento feminista español. Roberta Johnson & Maite Zubiaurre.
Zoópolis, una revolución animalista. Sue Donaldson & Will Kymlicka.
Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección. Ana de Miguel.