viernes, 13 de agosto de 2021

Leyendo sobre la transformada (y transformadora) clase trabajadora

 


En un libro reciente que recopila escritos de Paco Fernández Buey (Sobre Simone Weil. El compromiso con los desdichados, ed. de Salvador López Arnal y Jordi Mir García, El Viejo Topo, 2020) refería este filósofo marxista cómo para la filósofa Simone Weil, al igual que para Gramsci, la instrucción es un deber de las organizaciones sindicales. Disputar a explotadores y opresores el poder de manejar el lenguaje (es decir, el relato) es parte sustancial de la lucha obrera, un elemento central en la liberación de la clase obrera.  

Es muy frecuente leer en las redes sociales las palabras de Antonio Gramsci, tan repetidas y tan vigentes, a pesar de sus más de 100 años: ‎"Instrúyanse, porque necesitaremos de toda nuestra inteligencia; conmuévanse, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo; organícense, porque necesitaremos de toda nuestra fuerza" (L'Ordine Nuovo, año I, nº 1,1° de mayo de 1919).

Reflexión, emoción, unión. Educación, compasión, acción. La tarea sigue siendo instruirse/ instruir, fomentar y practicar un pensamiento crítico desde la emoción y la razón, dialogar y debatir, y, siempre, organizarse para combatir las desigualdades. 

Leer es recurrir a la capacidad de diálogo interior, sostiene Siri Hustvedt. Por eso, no sobra precisamente leer sobre la clase trabajadora, sobre la articulación de la clase trabajadora en el sindicalismo de clase y los desafíos que afronta en pleno siglo XXI. En especial, en estos tiempos de pandemia. Ojalá estas pocas líneas inviten a adentrarse por este camino.

Una lectura que aporta claves en esta dirección es La pandemia del capitalismo, de Joan Coscubiela (Península, 2021). Escribe Coscubiela: "Necesitamos construir una respuesta a la pandemia oculta de un capitalismo hipermercantilizado, propietarista y meritocrático y sus tendencias destructivas. Es urgente ponernos a imaginar cuáles pueden ser los mimbres que conformen un nuevo pacto civilizatorio global”. Si nos encontramos ahora en situaciones y posiciones caracterizadas por la globalización, el desconcierto y el ensimismamiento; si atendemos y exploramos las encrucijadas (a veces, enseñanzas), en las que nos sitúa esta pandemia, en medio de una crisis de la democracia y sus instituciones, quizá debamos empezar a dibujar la utopía de un nuevo pacto civilizatorio. 

Para construir hay que imaginar, determina Joan Coscubiela en este libro. Desmercantilizar, descontaminar, democratizar, cooperar, entender nuestra interdependencia y nuestra ecodependencia, repartir el empleo y compartir los trabajos. Sobre la igualdad social, apunta como claves del conflicto social las demandas interconectadas de clase, feministas, ecologistas. 

“Necesitamos imaginar la utopía de un nuevo pacto civilizatorio, pero mientras tanto, ¿Qué hacemos? sabemos de la importancia del "mientras tanto", especialmente quienes nos educamos en la cultura reformista del sindicalismo, que necesita de las modestas utopías cotidianas”. Las modestas utopías cotidianas, el hilo que conecta a la clase trabajadora con el sindicalismo de clase, siempre, con su potencial transformador.

Ahora, el sindicalismo tiene que saber mirar y ofrecer respuestas a la clase trabajadora del siglo XXI.  "Reconstruir la capacidad de agregar todo aquello que el capital desintegra requiere conjugar el sindicalismo con reivindicaciones portadoras de valores universales como el feminismo y el ecologismo cuyos objetivos civilizatorios hay que saber representar", una visión que ha señalado Coscubiela. Ya anteriormente, en otro trabajo, ha señalado un componente fundamental: "La mutación más significativa en la naturaleza del trabajo viene de la mano de un cambio ideológico de primera magnitud, fruto de la lucha feminista. La ampliación del concepto a los trabajos de cuidado". No sólo a este factor, en un contexto con tantas transiciones en marcha (digital, tecnológica, migratoria, verde...), pero posiblemente el más evidente y esencial en tiempo de pandemia.

Otro libro, El  pueblo, Auge y declive de la clase obrera 1910-2010, libro de Selina Todd (Reverso, 2015), aporta un relato singular y documentado de historias individuales de personas que compartieron experiencias y circunstancias en 100 años de clase obrera británica. Una visión sobre un sujeto revolucionario de hombres y mujeres y sus luchas por mejores condiciones de vida y trabajos, por igualdad, libertad y solidaridad en tiempos de cambio social.  Entiende que la clase es una relación definida por el poder desigual, más que un modo de vida o una cultura que no cambia. No puede haber una clase obrera ideal o tradicional. En su lugar hay individuos que se ven empujados a reunirse, a organizarse, si quieren mejorar en derechos y en condiciones de vida. Porque, como deja claro esta autora, la clase obrera nunca fue homogénea. Género, genealogía y geografía marcaron las diferencias, las desigualdades y las experiencias de clase.

Otro libro que aporta reflexiones es Sobre la distancia del presente (Daniel Bernabé, Akal, 2020). 

Para su autor, "este libro pretende ser un manual de supervivencia, un códice para entender cómo hemos llegado hasta aquí y por qué somos como somos. Y para eso tenemos que indagar en nuestro pasado más reciente, ese momento donde todo pudo cambiar". Memorable y personalísima crónica de los últimos 10 años de actualidad política en España, sabe dar protagonismo a la lucha de la clase trabajadora que se protagonizan articuladas desde el sindicalismo de clase. Recuerda cómo los PGE y la reforma laboral fueron contestados por la 1° huelga general del año, el 29 marzo 2012, cómo el 22 de mayo, la comunidad educativa al completo convocó una huelga general contra el decreto austericida de abril. En  junio, la memorable marcha minera. El 14 noviembre, la primera huelga general europea, eso sólo en 2012. Frente a la desmemoria, memoria política y sindical, y pensamiento crítico.

Ya en La trampa de la diversidad. Cómo el neoliberalismo fragmentó la identidad de la clase trabajadora (Akal, 2018 ),

libro polémico, este analista señalaba  cómo, a su entender, el neoliberalismo ha fragmentado la conciencia de la clase trabajadora, con procesos culturales potenciados desde élites económicas que llevan al límite lo identitario, esto es, al individualismo, para disolver la acción colectiva transformadora. Escribía: "No es cierto... que el socialismo no prestara atención a algo que no fuera la clase trabajadora blanca y masculina... En los tipos de Estado socialista la cuestión feminista fue ampliamente discutida y transformada en avances materiales y leyes para lograr la igualdad de género". Evidencia la burbuja transgresora potenciada desde el individualismo neoliberal: “El neoliberalismo es experto en ensoñaciones, pantallas, espectáculos... Mientras exige a los ( y las, añado) de abajo una competitividad brutal, vendida cada vez como una forma de autorrealizacion, las grandes empresas compadrean con los reguladores, se reparten mercados y acuerdan bajo mesa". Y apunta una clave, para la reflexión: "La clase trabajadora aunque es la mayoritaria en la sociedad ha desaparecido del mapa de la representación (ficcional, cultural)”. No del todo, podríamos matizar.

Volver al relato emocional, combinando historia, historiografía, pensamiento, indagación científica y relato ficcional, se vuelve tarea reivindicativa para trazar la urdimbre de la resistencia colectiva en base a una conciencia de clase renovada. Precisamente es uno de los ángulos que conforman las historias plurales, los relatos sobre gentes distintas, mujeres y hombres, que tomaron conciencia de la fuerza colectiva como clase trabajadora, cómo afrontaron y actuaron organizadamente ante tremendas dificultades.

Representan ejemplos de compromiso, solidaridad y actuación sindical, de los dos volúmenes de Conciencia de clase, historias de las Comisiones Obreras (Catarata y Fundación 1º de Mayo, 2020 y 2021), y el libro Sindicalistas. Mujeres de las Comisiones Obreras (Catarata y Fundación 1º de Mayo, 2020).

Pero la historia sindical de las mujeres merece, además, de manera específica, un lugar propio en cualquier relato emancipatorio. Una tarea pendiente.

Disponemos de muchos ensayos que abordan, por separado, el intento de disolución de la conciencia de clase, el aumento de las desigualdades sociales, las amenazas de retroceso para las mujeres y la igualdad, los riesgos extremos para el planeta y todos sus habitantes, grandes o pequeños seres vivos. Pero no son tantos los que los presentan interconectados. Y es preciso vincular estas luchas, tender puentes entre los movimientos sociales implicados, articular alianzas desde el respeto recíproco y el apoyo mutuo. Lo que implica, conocer, respetar, defender la función crucial del sindicalismo de clase y su capacidad articulatoria, emancipatoria, transformadora.

Reproduzco, de nuevo, unas palabras de Alicia H. Puleo en su libro Claves ecofeministas (Plaza y Valdés, 2019):

"Necesitamos pactos de ayuda mutua entre movimientos sociales", afirma, "las causas justas han de dialogar y sostenerse mutuamente". Porque, argumenta con acierto, "nos une el deseo de transformar y mejorar el mundo, no cabe enfrentarse entre sí". 

Porque, como señala Begoña San José, en el capítulo que lleva su nombre del libro Sindicalistas. Mujeres de las Comisiones Obreras: “¿No es más importante cambiar la sociedad que competir las organizaciones entre sí?”. 




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